La profesora de Lengua, Isabel Pascual, ha compartido un texto que aborda de manera reflexiva el tema del cuidado hacia los mayores en nuestra sociedad. Hoy, en la celebración del Día del Padre queremos recordar este escrito, publicado durante el mes de febrero en los periódicos El Heraldo de Aragón y El Debate .

En el ajetreo de la vida contemporánea, es fácil olvidar la importancia de atender debidamente a nuestros mayores. El reciente texto de la profesora de Lengua, Isabel Pascual, nos invita a una reflexión profunda sobre esta cuestión. A través de una serie de preguntas incómodas pero esenciales.

Texto por Isabel Pascual

TODOS SOMOS HIJOS

A pesar de que se nos olvide con demasiada frecuencia. Y ser hijo conlleva ciertas obligaciones morales no escritas e ignoradas. ¿Ofrecemos una vida digna a nuestros mayores cuando más nos necesitan? Pregunta incómoda, sin duda.

Hacemos lo que podemos: la batalla diaria es complicada per se, sobre todo si has formado tu propia familia. El trabajo te agota y las escasas horas de ocio que quedan… ¿De dónde sacar tiempo, ojalá, para atender a los que antes te atendieron a ti y bregaron con empeño para que “fueras más grande que ellos”?  Aguarda, no es lo mismo ser hijo que ser padre, tú eliges dicha responsabilidad y debes llevar de la mano a tu hijo a lo largo de la vida. Por otro lado, los padres ya han disfrutado lo suyo. Todo cierto y tan cierto.

No es mi intención echar sal, pero reconocerás que la sociedad no les corresponde. Ven conmigo, acompáñame y mírate sin nostalgia en el espejo, encontrarás a alguien que dista mucho de aquel niño que quizás no reconocerías si no fuese por la mirada. La fuerza de la mirada, qué curioso, no te abandona nunca y te acompaña hasta el final del viaje.  Acéptalo, de lo perdido solo hallarás leves huellas: vestigios de aquella piel tersa y blanca como nácar, de aquel rostro fino y bien delineado, de aquellos labios frescos y todavía inocentes.  Asumes con sufrida resignación que has andado una parte del camino, que la meta se ve allá a lo lejos y que te gustaría cruzarla en las mejores condiciones físicas y mentales. ¿Y si precisas cuidados? ¿De tu familia o de tus hijos? Prefiero no pensarlo, no querría molestar a mis hijos, concluyes amargo… ¿Molestar? Sabes o intuyes que tus días, cuando se hagan largos, se apagarán en alguna institución al cuidado de personas desconocidas.  Esta sociedad depredadora del primer mundo, insensible y olvidadiza, no se ocupa como debe de sus ancianos, más bien los va arrinconando a la espera del desenlace.  Respuesta también incómoda y tristemente real.

Aquí dejo mi reflexión. Solo si cuidamos a los mayores con respeto y afecto, como se merecen, podremos mirarnos en el espejo sin remordimientos y dormiremos tranquilos.