Luis Corellano / Profesor de Filosofía

Una vez más, un curso más, detenemos un momento la marcha normal de las clases para hacer juntos un gesto por la paz.

Nos gusta saber que este gesto se está haciendo de miles de formas distintas en otros tantos lugares del mundo, especialmente en colegios como el nuestro poblados de hombres y mujeres llamados a ser las generaciones del futuro que han de hacer posible, de una vez por todas, que nuestra Gran Casa sea ese lugar de paz y armonía que tanto anhelamos.

Todos los años mostramos el mismo deseo, y aunque algunos acontecimientos que se suceden nos hagan pensar que todavía queda mucho por hacer nuestra apuesta por la paz se renueva constantemente y adquiere , si cabe, mayor fuerza y autenticidad.

La paz se rompe de cien mil maneras y con suma facilidad. Y sin embargo, nos cuesta mucho idearla, construirla, y consolidarla.

Para entender la fragilidad de la paz no hace falta que pensemos necesariamente en grandes conflictos internacionales o en seculares enfrentamientos de pueblos por causas ancestrales.

  • la paz se muestra esquiva cuando anteponemos nuestro egoísmo personal al bien común;
  • la paz se aleja cuando criticamos o difamamos a los demás en vez de buscar el entendimiento y la colaboración;
  • la paz de convierte en quimera cuando cerramos los ojos y nos tapamos la boca ante las injusticias que nos rodean;
  • la paz es una utopía cuando vemos al otro como un adversario o enemigo más que como un compañero de este camino que nos toca hacer juntos y que llamamos «vida».

¿Cómo podemos permanecer inactivos ante los problemas vergonzantes de siempre si vemos que el supuesto progreso de la Humanidad no lleva aparejado también un progreso moral?

¿Por qué en pleno siglo XXI, después de todo lo que la Historia nos ha enseñado acerca de nuestros errores, todavía hay asesinatos y terror en nombre de las ideas, ora religiosas, ora políticas?

¿Cómo es posible que la semántica de nuestros representantes políticos en estos tiempos de incertidumbre sea agresiva, beligerante y fratricida cuando lo que único que necesitamos es que se pongan a trabajar de forma conjunta de una vez para resolver nuestros problemas?

Porque cuesta entender que aún haya hombres que maltratan a las mujeres; hombres que violentan a niños y niñas; hijos que no respetan a sus padres o padres que no cuidan a sus hijos; compañeros que se burlan de sus compañeros; profesionales que hacen trampas en sus trabajos; medios de comunicación que anteponen el negocio mercantilista a la deseable y responsable contribución para la mejora de la educación de la sociedad fomentando valores y virtudes, y no la grosería, la mala educación y las actitudes reprobables desde cualquier criterio moral.

Y que esto, y mucho más, esté pasando con la complicidad de todos…

Paz es todo lo contrario a esas situaciones que denunciamos desde aquí. Paz es anteponer el bien al mal, la cordura a la sinrazón, el abrazo al empujón, el elogio al insulto, la comprensión a la ira, la empatía al enfrentamiento, en definitiva, el amor al odio. Ojalá trabajemos siempre para construir la paz. Ése es nuestro deseo, ése nuestro objetivo y ése nuestro ideal.